viernes, 13 de abril de 2012

Misión imposible: Baja de servicio... o servicio en baja

Cuantas veces hemos tenido que escuchar la vieja trampa: "la baja no impactó en el sistema". Eso junto con el otro chamuyo de que "el ciclo de facturación terminó, va a tener que pagar un mes más", ya me tienen harto.
Le agradezco a Guillermo por haber escrito al mail de catarsis contando su peculiar historia, la cual transcribo a continuación:

"No sé si este blog seguirá activo, pero espero que sí, porque la verdad es que me viene como anillo al dedo… Soy de esas personas a las que todo tipo de trámite, por más simple que sea, le sale mal… es como que la ley de Murphy (esa que dice que si hay posibilidad de que algo salga mal, sale mal), siempre está presente… He llegado a un punto donde pienso: “algo mal haré yo…” porque encima, cuando cuento a los demás mis penurias, se ríen y me dicen: “jajaja, solo a vos te pasan esas cosas…”. Entonces, además de la impotencia de no poder concluir un trámite, o no poder dejar de pagar lo que no me corresponde, etc., surge ¡La culpa! En definitiva, me c… y encima me siento culpable…

Y más de una vez he pensado en desarrollar un blog o dedicarme al stand upcontando mis penurias, porque cuando hago catarsis con la gente, todos se matan de risa porque no pueden creer lo que estoy contando…
Con gran placer veo que ese blog ya existe, agradezco que alguien lo haya creado ya, me ahorraron el trabajo y no me siento más solo…
Tengo miles de historias para contar, pero acá va una relacionada con un servicio de una empresa privada (no sé si nombrar la empresa, o no…)
Mi nombre es Guillermo y soy de Córdoba, Argentina.
Hace unos cuatro años, contraté por teléfono el servicio de Internet de una conocidísima empresa de TELECOMunicaciones. Siempre había sido desconfiado de todo lo que fuera telefónico, sin mirarle la cara al que te está vendiendo algo, sin ninguna constancia de nada… Siempre me preguntaba: ¿Cómo me aseguro que “el otro” es “el otro”, que lo que te promete es así, etc? O peor: ¿Cómo sabe el otro que el que atiende el teléfono soy yo, y no otro?”… ¡Ah! Sí… te piden el número de DNI, como si fuera una dato secreto, jajaja.
Pero me dije: “No puedo ser tan arcaico. Todo el mundo se maneja así”.
De manera tal que contraté el servicio, y a los tres días ya empecé a arrepentirme. Para empezar, iban a demorar 72 horas máximo en venir a colocar el MODEM. El día y hora fijada no vinieron, reclamé, al otro día tampoco… Vivía solo, y demás está decir que no tenía todo el día al cohete para esperar a que se les ocurriera venir, así que en cada cita fallida, sentía que había perdido otro día… Al final, como a los 10 días, fueron a poner el MODEM, yo estaba en casa de casualidad. Me dijo el operario que habían ido varias veces pero que yo no estaba… En fin, no me voy a detener en esa parte.
Durante seis meses renegué porque el servicio se cortaba constantemente –cada 10 minutos promedio-, y cuando tenía servicio era sumamente lento, es decir, nunca pude usarlo normalmente. Cansado de esperar una hora (literalmente) al teléfono cada día, para pedir que me solucionaran el tema, a lo cual nunca me dieron una solución (me decían que tal día a tal hora iba a ir un operario, o que lo iban a solucionar online, etc.), y sin cambios, decidí llamar por nonagésima vez, pero en esta ocasión para dar de baja el servicio.
Luego de la ya tradicional hora de espera, me atiende la señorita del call, y le digo que quería dar de baja el servicio. Como si no hubiera sido claro, empieza a preguntarme porqué quería dar de baja la línea, y ante mis escuetas respuestas me empezó a ofrecer nuevos planes, más baratos, más rápidos, etc… Le digo: ¿pero Ud. No me escucha? Le digo que no quiero más el servicio!! Y me contesta enojada: “Bueno, señor, lo que estoy haciendo es intentar solucionarle el problema”. A lo que repliqué: “Al problema me lo solucionan si me dan de baja el servicio!
Tras un breve silencio, me explica: “Muy bien señor, le daremos de baja, pero Ud. igualmente va a tener Internet durante 15 días más…, que es lo que dura este periodo, y luego va a abonar un mes más, hasta que la baja “impacte en el sistema”.
O sea, me estaba informando que iba a pagar dos boletas más por un servicio que nunca tuve.
A los minutos compruebo que el servicio estaba cortado definitivamente (ni siquiera se intentaba conectar) a pesar de que me habían dicho que el corte tardaba 15 días.
Cuando viene la boleta del mes siguiente, la pago sin chistar, porque era la del mes en curso… Luego vino la del mes siguiente, y también la pagué porque era el otro mes que me había dicho la chica.
Al tercer mes… ¡Chan! Sigue viniendo la boleta.
Allí vino una seguidilla de tres meses subsiguientes donde llamaba, explicaba todo desde el comienzo, y me a lo que me contestaban que la solicitud “no había impactado en el sistema”. El primer mes, me dan esta explicación: “en realidad, usted no está pagando Internet, sino la digitalización de la línea. Para tener Internet, se ha digitalizado su línea, y usted sólo solicitó la baja de Internet pero no de la digitalización…
Yo le decía cosas como: “¡pero para qué quiero yo digitalización de línea si me la pusieron ustedes para darme Internet! ¡Yo nunca había pedido digitalización, pedí Internet y me digitalizaron la línea sin preguntarme. Si pido la baja de Internet, me tenés que sacar todo lo que me pusiste…”
Bueh… al mes siguiente, sigue viniendo la factura. Vuelvo a llamar, me explican que ahora el trámite estaba bien hecho solo que “la baja no impactó en el sistema”, y que a partir de ahora estaba todo solucionado, incluso que me reintegrarían los meses que me cobraron por error”. Y al mes siguiente volvía a llegar la boleta, y era como una patada en el estómago cada vez. Así, durante tres meses, llamando, perdiendo tiempo, plata, escuchando al vicio a una tarada del otro lado.
Me fui a la oficina de la empresa, la única oficina de atención “cara a cara” para una provincia de más de 3 millones de habitantes, y más allá de perder otra valiosa mañana donde todos los reclamantes éramos tratados como vacas arriadas al matadero, finalmente me atiende una señorita mayor que se hacía la que no entendía lo que le venía a plantear…
Yo venía con todas mis boletas ordenaditas, numeradas, con todos los números de gestión y fechas, para no perderme… la mina me desordenaba las hojas y me las rayaba y hacía como que estudiaba el caso… Al final, me dice:
“Ahá… ya sé lo que pasó!! Le explico, señor, su reclamo… ¡No impacto en el sistema!”
¡Qué novedad!¡Una clarividente, la mina!…
Pero me aseguró que como esta vez lo había hecho personalmente, ahora estaba todo arreglado, e incluso se hizo la compinche, y criticaba a los “nenitos” de los call center que no saben nada y son unos irresponsables, que no saben apretar una tecla, que es todo lo que tienen que hacer, etc. etc. y que ella era de la vieja escuela como yo, y que prefería hacer los trámites personalmente, etc, etc.
Me fui conforme, y al mes siguiente… Adivinen… ¡¡¡Sí!!!! ¡¡¡Seguía llegando la factura!!!!
Ahí me saqué, volví a ir a la oficina, volví a perder tiempo, me tocó justo la misma vieja… Obvio le tuve que explicar todo de nuevo, por enésima vez… y su respuesta fue descaradamente la misma: “Es que su reclamo –el que ella había tramitado hacía un mes- NO IMPACTÓ EN EL SISTEMA”.
Imagínense mi reacción. Bueno, en realidad la reacción fue interna, y por fuera traté de mantenerme calmo, porque sé que en estas cosas la ley es “el que se calienta, pierde”.
No grité ni nada, pero le empecé a hablar irónicamente, diciéndole que en mi billetera venía “impactando” hacía muchos meses, que no me iba de allí hasta que no me dieran un papel firmado por ellos donde quedaba constancia de que yo había pedido la baja del servicio y de la digitalización (porque en definitiva, eso era lo que más me indignaba… ellos te prometen que te lo solucionan definitivamente el problema, pero “de palabrita” y lo único que te queda como prueba es un “número de gestión” que te lo podés perder bien en el… bolsillo).
A mi pedido de una constancia escrita, me contesta: “De ninguna manera, señor. Nosotros no damos constancias escritas, sino números de trámite”.
- “¿¿¿¿Para qué cuernos quiero yo otro número de trámite???”
Cuando dije eso, inmediatamente y sincronizados aparecieron los “atendedores” de los boxes de al lado, asomándose por encima de los tabiques, diciéndome: “Señor, baje la voz por favor, estamos atendiendo a otros clientes, no moleste”. Y detrás de mí, dos agentes de seguridad privada mirando a la empleada preguntando: “está todo bien, por acá?” A lo que respondí: “No, no está nada bien, bla… bla… bla… quiero hablar con el gerente!!!”.
Obviamente me “sentaron” a un costado, y me tenían esperando hacía ya una hora más. Cuando pasaban los empleados me miraban de reojo como diciendo y se sonreían con sorna como diciendo “sí, esperá sentado, nomás…”
Entonces agarré mi celular, y llamé a un movilero de radio, muy conocido en Córdoba… y que yo había conocido casualmente días atrás. Le digo: “Fulano, venite porque estoy por armar un quilombo de aquellos”. En eso veo un par de personas “reclamantes”, que me dijeron “Muy bien hecho, porque esto es una vergüenza!”.
No sé si habrá surtido efecto, pero la cosa es que a los cinco minutos bajó el gerente con el famoso papel que yo había pedido (constancia escrita de que había tramitado la baja), me atendió muy amablemente, me ofreció un cafecito, me hizo un par de comentarios amables y pelotudos, y gracias a Dios o al miedo a los medios, o lo que sea, al mes siguiente la factura ya no vino.
Desde ese día decidí que, aunque quede viviendo en la prehistoria, nunca en mi vida voy a solicitar ningún servicio ni comprar nada ni contestar nada de nada que tenga que ver con mi plata, por teléfono. Y le debo la solución del problema a Fulano, el movilero de la radio, quien en realidad nunca me atendió el teléfono. Sólo fue una charla simulada, pero muy efectiva."

viernes, 21 de agosto de 2009

No al impuesto a la tecnología

La intención de nuestros gobernantes de seguir ahogando nuestros bolsillos está intacta. Muchos en la blogosfera están hace un tiempo haciendo campaña en contra del aumento de impuestos internos e IVA a la tecnología. Bueno, es hora de que maldita burocracia se sume al pedido. 



Un impuesto más que se agrega a la maraña indescifrable de gravámenes que existe en nuestro país (ya hablamos algo de esto en un post anterior) y que no hace más que atentar contra el objetivo principal que se busca (según dicen) a través de su implementación: favorecer la industria nacional. La visión cortoplacista de los gobernantes, sumada a la inexplicable falta de comprensión de las leyes más básicas de la economía, hace que se tomen este tipo de decisiones. 

El pensamiento obtuso dicta que aumentando la carga tributaria sobre estos bienes importados, el estado aumentará la recaudación (para redistribuir -¿?- o manejar a discreción), fomentará la industria nacional mejorando su competitividad interna con la consecuente creación de puestos de trabajo. Pero no se tiene en cuenta que estos impuestos al consumo impactarán directamente en el precio final de estos productos, encareciéndolos, dejando fuera del mercado a una masa de consumidores que causará una caída en la actividad, el gobierno recaudará menos y habrá menos trabajo. Conclusión: no se habrá logrado nada más que ampliar la brecha tecnológica entre los más ricos y los más pobres. 

No sería mucho mejor que el gobierno se preocupase por generar las condiciones económicas, jurídicas e institucionales para que los emprendedores locales tuviesen incentivos para producir e invertir a nivel doméstico sin depender de las importaciones de estos productos? Es muy complicado cambiar la óptica de análisis del problema? No se les ocurrió que tal vez haciendo justamente lo opuesto, es decir, bajando los impuestos, se lograrían mejores resultados (crecimiento económico y de la recaudación por mayor consumo, trabajo, incentivos a la competitividad y modernización de los procesos productivos, etc)? Esto seguramente llevaría más tiempo pero los resultados serían más sustentables, y lamentablemente la visión de los políticos no va más allá de la duración de su mandato.

No dejemos que la burocracia siga engordando. Quejemonos para que algún representante nos escuche y vea las cosas de nuestro lado, y no del lado de la recaudación.

Les dejo el link de una página que está juntando peticiones para frenar este mamarracho. 

También se pueden adherir al grupo en facebook, cuyo link está en la columna derecha de esta página.

Por último les dejo el link a un estudio muy interesante que hizo la Universidad de San Andres sobre el posible impacto económico y social de esta medida.

Hasta el próximo post. 

viernes, 17 de julio de 2009

Las raíces de la burocracia

A continuación, un email de Pablo recibido en catarsis@malditaburocracia.com:

"Querido amigo:
Modesto consuelo, pero consuelo al fin, saber que otros también sufren las heridas infligidas por las esquirlas de la máquina estatal cuando sus engranajes no presentan el aceitado funcionamiento que vaticinaba el buen salvaje que decidió dejar de andar en bolas y comenzar a pagar impuestos. La vereda de mi domicilio no es demasiado ancha. O al menos, no lo suficientemente ancha para un paraíso con un tronco de casi un metro de diámetro y más de diez de altura. Quizá cuando la municipalidad plantó el árbol la vereda tenía otras dimensiones, o quizá en esa época esta clase de árbol no desarrollaba raíces que rompieran el suelo ni follaje que obstruyera los desagües pluviales, y a mí me tocó en suerte mudarme justo en el momento en que la naturaleza decidió hacer justicia con esta especie, y dotarla de los atributos que mucho tiempo atrás había obsequiado a los demás vegetales de esas dimensiones. Como estas variaciones genéticas se producen cada miles de años, me inclino a pensar que el origen del problema fue un desgraciado movimiento de platas tectónicas el que depositó mi casa a una distancia demasiado corta del árbol que, tiempo atrás, diligentes agentes municipales colocaron allí en procura de una dosis adicional de sombra, oxígeno y felicidad para los vecinos. Lo cierto es que el árbol hace pelota la vereda y cada tanto obstruye las canaletas del techo y permite de ese modo que yo me entere cuando llueve sin necesidad de abrir la ventana. Además, tiene una inclinación inquietante (gracias a Dios, hacia la calle, de modo que es más probable que me quede sin auto que sin casa).


En el año 2006 presenté un reclamo al gobierno de la ciudad (sabrán disculpar si prescindo de las mayúsculas); reclamo que fue reiterado en más de una oportunidad. Evidentemente, la complejidad de la cuestión desaconseja una respuesta apresurada. De hecho, sospecho que para resolver este caso se ha conformado un grupo interdisciplinario al que se ha sumado al telefonista del Area de Espacio Público, porque cuando llamo para preguntar si ya salió la camioneta con la cuadrilla, no responde nadie.
En la página web del gobierno de la ciudad me informan que si yo corto el árbol cometo un delito. Por otra parte, además de los inconvenientes que me produce este "paraíso", según la ley de aceras, el propietario frentista es responsable, junto con el gobierno de la ciudad, por los daños sufridos por los transeúntes a causa de las veredas en mal estado (veredas que, en este caso, han sido dañadas por las raíces del árbol). En ajedrez hay una situación que se denomina "zugzwang", en la que el jugador está obligado a jugar, y todas las movidas disponibles lo conducen a la derrota. ¿Tengo que hacer un juicio para que saquen el arbolito?"

Gracias Pablo por compartir tu experiencia. Entiendo tu frustración. No se puede creer que algo tan sencillo se convierta en una misión imposible por culpa de las trabas burocráticas. Y lo peor es que te exponen a problemas legales como vos bien contas en tu email. Espero que pronto se te de el milagro de que llegue la esperada cuadrilla a tu dirección y resuelva el problema. Avisame y lo celebramos plantando un arbol...

jueves, 16 de julio de 2009

Catarsis colectiva

Hace unos meses, cuando decidí hacer realidad esta idea de crear un blog para escribir sobre los males de la burocracia argentina, mi querido amigo Enrique publicó en su blog personal una definición de este proyecto que me pareció genial: catarsis 2.0. Siguiendo con esa idea original de la catarsis, y fortaleciendo la idea de que este sea un espacio participativo, he decidido que el mismo deje de ser un medio de desahogo personal para convertirse en uno colectivo. Por ello los invito a todos a que envíen sus experiencias (buenas o malas) con la burocracia al siguiente email: catarsis@malditaburocracia.com. Todas ellas serán publicadas en el blog.
A participar!

miércoles, 10 de junio de 2009

Impuestos, impuestos y más impuestos

No hay nada seguro salvo la muerte y los impuestos, reza el viejo proverbio de Benjamin Frankin. Y vaya que el sistema tributario argentino le hace honor! Recientemente leí un artículo del economista Antonio Margariti en Economía para todos, en el que explica que en nuestro país hay 83 gravámenes vigentes que se aplican sobre nuestro bolsillo. 83! Y bien dice "sobre nuestro bolsillo". Porque adivinen quiénes terminan cargando con el costo de semajante carga? Nosotros, los consumidores, cada vez que compramos cualquier bien o contratamos cualquier servicio. El precio que terminamos pagando tiene cargados todos estos impuestos, tasas y contribuciones que se van acumulando a lo largo de la cadena productiva, y que llegan al precio final con un efecto piramidal que hace que terminemos pagando un porcentaje de impuestos mayor que las alícuotas que gravaron los hechos imponibles originales. Pensemos un segundo en un ejemplo muy sencillo de un productor, que vende directamente a un comercio, que le vende al consumidor final. El fabricante quiere obtener cierto margen de rentabilidad que le permita continuar con su negocio, de forma que toma lo que paga de tasas municipales, ingresos brutos, impuesto al cheque, impuestos internos, sellos, cargas sociales, por mencionar sólo algunos, como costos directos que deben ser trasladados al comerciante. Éste, a su vez, tomará sus impuestos como costos para trasladar al consumidor final, quien además de pagar en el precio todos los costos impositivos que viene arrastrando la cadena, termina también pagando el IVA!




Obviamente los más perjudicados son siempre los que menos ingresos tienen, porque son ellos quienes cargan con la mayor presión tributaria al tener una propensión marginal a gastar mayor que la que tienen los sectores de mayores ingresos, que destinan parte de su renta al ahorro.
Este perverso sistema además fomenta una burocracia terrible, ya que detrás de cada pequeño o gran gravamen hay formularios, papeleo, inscripciones, declaraciones juradas, leyes, decretos, resoluciones, dictámenes, controles administrativos, funcionarios, inspectores, organismos recaudadores, tribunales fiscales, etc, etc, etc. A los contadores públicos este complejo sistema nos da trabajo, pero no nos olvidemos que también pagamos como el resto estos costos impositivos cuando consumimos. Y seamos honestos, la contraprestación realmente no lo vale. ¿O Argentina tiene un sistema de salud pública eficiente, educación estatal de primera, seguridad para los ciudadanos y jubilaciones como para vivir un retiro tranquilo? Y esta carencia no se compensa con un concurso de sorteos como el "IVA y vuelta". El IVA va y va, no vuelve.
No me malinterpreten, no es una crítica al gobierno actual, este sistema funciona así hace rato. Pero creo que ya es hora de un cambio. Nos merecemos un sistema tributario eficiente, progresivo, razonable y simple de entender, donde haya también transparencia y claridad en el destino de los fondos.
El actual sistema genera incentivos a la evasión. ¿Nadie se preocupa por hacer la cuentita y estudiar si bajando y simplificando los impuestos se puede recaudar los mismo por la baja en la informalidad? Parece que esta preocupación no la tiene ningún político. Me encantaría escuchar propuestas pero los candidatos a legislador no tratan el tema.
En un futuro post escribiré sobre el "flat tax", un sistema tributario soñado.
Hasta el proximo post.

domingo, 31 de mayo de 2009

Jubilación por internet, un paso adelante

No todas son pálidas por suerte. Hace unos días llegó a la pantalla de mi computadora a través del newsletter de Actualidad Impositiva, una noticia que me parece muy auspiciosa: el trámite jubilatorio se podrá realizar por internet de aquí a dos años. Ciertamente es un paso hacia el futuro y va en contra de la burocracia que implica este trámite actualmente.



La noticia dice que en dos años, las personas que reúnan los requisitos para jubilarse, podrán iniciar el trámite a través de la página de la ANSES, y en 60 días estarían cobrando sus haberes!
Hoy en día el trámite dura varios meses, 6 con mucha suerte, y requiere que el interesado se presente en la ANSES con los certificados de servicios (o los recibos de sueldo) de los últimos 10 años. A partir de ahí alguien tiene que tomar el legajo y revisar los certificados para expedirse. Todo manual. Ahora, aprovechando el registro que tiene AFIP de los aportes y contribuciones que las empresas realizan por sus empleados, todo esto pasaría a ser on line, cosa que seguramente hará el trámite más expeditivo y menos complicado. Esperemos que se cumpla.
Hay tantos trámites que se deben hacer hoy en día personalmente y que se podrían automatizar aprovechando la tecnología e internet: renovación del DNI, cédula y pasaporte, cambio de domicilio, cierre de cuentas bancarias, cambio de titularidad de servicios, etc, etc, etc. Es cuestión de usar la imaginación y pensar un momento cómo facilitarle la vida a la gente, no creen? Qué trámites se imaginan que podrían mejorarse de la misma manera? Espero sus comentarios.
Hasta el próximo post.

martes, 26 de mayo de 2009

Remate = apriete = cometa


Hoy tuve una experiencia nueva, asistí a un remate judicial. Como toda experiencia nueva, tuvo sus cosas buenas y malas, pero lo más importante es que fue un aprendizaje.
Me pareció muy pintoresca la escena: gritos de los interesados cantando sus ofertas a viva voz, mientras el rematador agitaba el martillito metálico para cerrar la subasta, arengando a los participantes a aumentar los valores. Obviamente no fue tan ordenado y sofisticado como los remates que se ven en la tele de las grandes casas de subastas como Sotheby's o Christie's, pero fue una experiencia reveladora. Y, como dije antes, aprendí. Aprendí que hay un espacio más en nuestro bendito país, en nuestra enmarañada burocracia, para actividades non sanctas, para el apriete y para la cometa.
Al llegar al juzgado empezaron a acercarse personas muy interesadas en saber a qué remate estaba asistiendo, y cuánto estaba dispuesto a pagar. Estas personas me aseguraban que me podían hacer ganar el remate si los compensaba con una comisión sobre el valor que cerraba. Como no conocía bien el paño, me hice el gil y les repetí incansablemente que sólo iba a ver cómo era la cosa.
Una vez comenzada la subasta, empezó el show de señas, aprietes, amenazas por lo bajo, una situación por demás incomoda y por lo menos extraña o sospechosa, todo delante del policía que supuestamente tenía que cuidar que el acto se lleve adentante con la mayor transparencia posible. Creo que por cada oferente genuino había atrás 4 o 5 pesados manejando la cosa a gusto.
Al retirarme del lugar comencé a pensar cuánto mejor sería hacer esto por internet, qué beneficioso sería aprovechar la tecnología y realizar los remates judiciales con un sistema parecido al que se utiliza a diario para subastar todo tipo de productos, en páginas como deremate o mercadolibre. Eso haría que la cosa fuese mucho más transparente, menos burocrática, y evitaría que aparezcan estos indeseables intermediarios que viven cobrando comisiones por apretar a gente que va con la mejor intención de adquirir algo siendo el mejor postor. Pero claro, de esa forma se le acabaría el negocio fácil a algunos, no?
Hasta el próximo post.

lunes, 18 de mayo de 2009

Burocracia en las telefónicas, el antimarketing


Cuando estaba estudiando en la facultad, leí que el marketing es un conjunto de principios, metodologías y técnicas a través de las cuales se busca conquistar un mercado, colaborar en la obtención de los objetivos de la organización, y satisfacer las necesidades y deseos de los consumidores o clientes. Bueno, parece que la gente de Telecom no sigue estos principios, metodologías y técnicas, o directamente no les interesa satisfacer las necesidades y deseos de los clientes.
Por qué digo esto? Hace unos meses me encomendaron en el trabajo contratar varias líneas telefónicas para unas oficinas nuevas que estábamos inaugurando. Decidí contratarlas con la gente de Telecom, porque ya trabajabamos con ellos en otras oficinas y la cosa funcionaba bastante bien (tampoco hay tanta opción para elegir en nuestro bendito oligopolio de la comunicación). Luego de solicitar las líneas, a los 10 días aproximadamente, me llegó una carta a la oficina diciendo que el lugar no estaba "habilitado" para instalarlas. Me pareció extraño, ya que antes de pedirlas, había averiguado telefónicamente si la mencionada empresa llegaba a la zona en cuestión. Así que me comuniqué con el ejecutivo de cuenta que tenemos asignado. Y cuál no fue mi sorpresa al enterarme que la maldita burocracia había metido la cola nuevamente.
Al parecer, antes de pedir las líneas, me explicó la empleada de Telecom, la empresa tiene que contratar a un matriculado en no se qué para que presente un plano certificado de la instalación. Este matriculado, a su vez, pide un montón de cosas para certificarte el plano. Hay que comprar materiales, bandejas para los cables, una caja concentradora, y no se cuántas cosas más. Un gasto impresionante. Y todo eso lleva muuucho tiempo, que es lo peor y más desgastante.
En definitiva, pasaron 4 meses desde que pedí las líneas, ya tenemos el plano certificado e hicimos todas las mejoras y modificaciones que nos pidieron, pero lo más importante y lo único que tiene que hacer Telecom, que es tirar un cable desde la calle hasta la caja concentradora que nos hicieron instalar, no está. Es increíble cómo la burocracia se interpone en la comercialización de bienes y servicios y genera costos innecesarios para las empresas proveedoras y los clientes. Algunas cosas no cambiaron tanto desde la vieja Entel.
Hasta el próximo post.

sábado, 2 de mayo de 2009

Cerrar cuenta bancaria, una prueba a la paciencia


Qué linda es la casa central del Standard Bank! Realmente una obra arquitectónica clásica bellísima. No es que sea un estudioso de la arquitectura porteña, nada que ver. Simplemente me vi forzado a pasar muchísimo tiempo en ese magnífico edificio gracias al complicado procedimiento que tienen para cerrar una maldita cuenta. Resumidamente, esto fue lo que ocurrió...
Hace unos años, el por entonces Bank Boston me otorgó un préstamo prendario para la compra de mi primer automóvil. Todo el trámite lo hice, en ese momento, con la concesionaria donde compré el vehículo, sin tener que pisar ni una sola vez el banco, ni siquiera para abrir la caja de ahorro donde me debitarían las cuotas del préstamo. Firmé los papeles en la concesionaria y listo. Tomó sólo 15 minutos.
Ahora bien, llegó el día en que felizmente cancelé completamente dicha deuda, con lo cual ya no tenía sentido conservar esa cuenta bancaria ni pagar su mantenimiento, así que me dispuse a cerrarla. Llamé por teléfono al banco y me dijeron que tenía que acercarme a la sucursal donde estaba radicada la cuenta. Obviamente tuve que averiguar cuál era, ya que, como mencioné anteriormente, nunca había tenido que pisar el banco para abrirla. Así que me tuve que hacer tiempo una mañana para irme hasta el centro a la casa central de Standard Bank, tiempo que era imprescindible para mi trabajo.
Básicamente el trámite se hace en 3 partes. Primero, se hace una cola en la recepción, donde se le explica al empleado del mostrador qué trámite se quiere hacer, para que el mismo te derive al sector de atención a clientes, con un turno, invitándote a esperar sentado. Y menos mal que hay unos sillones muy cómodos, porque estuve allí más de media hora esperando ser atendido. La segunda parte del trámite se lleva a cabo en el sector de ("des") atención a clientes, donde te atiende un ejecutivo al cual hay que explicarle (nuevamente) por qué uno está allí. Y este empleado, te vuelve a derivar al tercer y último paso del trámite. Te manda al subsuelo a hacer otra cola, y hablar con otro empleado del banco para contarle nuevamente el motivo de la visita. Y así, después de acercarse uno a la sucursal, hacer dos colas, esperar ser atendido, y contarle el mismo cuentito 3 veces a 3 pesonas distintas, te vas con el ansiado comprobante de cierre de cuenta. En total, casi dos horas de trámite. Sin duda, la maldita burocracia está presente también en los bancos.
Vivimos en la era de internet, donde uno tiene una clave de home banking y puede transferir de forma segura sus fondos y pagar sus facturas. No pueden idear una forma de que el cierre de cuenta se haga así de fácil también? O será que es una política de retención de clientes vía cansancio y esperan que la gente claudique y deje la cuenta abierta eternamente para no tener que complicarse la vida? Si es así, Standard Bank, tu política apesta.
Hasta el próximo post.